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Apoyar en vez de educar

El impulso postpedagógico

A principios de los años 70 la relación entre adulto y niño se somete a un análisis que hasta entonces era desconocido. Científicos e investigadores toman un nuevo punto de partida. Ya no cuestionan en un sentido pedagógico y objetivo »¿Qué es realmente bueno para el niño?«, sino que cuestionan desde una base personal auténtica: »¿Qué es lo que quiero en la comunicación con niños?« Abandonan la autoconcepción de un adulto que tiene el deber de educar. Con lo que no arriesgan aprovecharse de los niños. Ven a los seres humanos que existen detras de cualquier educación, con los que se quieren encontrar a nivel existencial: »¿Quién soy yo – quién eres tú?«

Desde ésta base se toma un nuevo camino hacia el niño, que no está preconcebido de visión pedagógica, sin disfrazarse y radicalmente franco: Desde el yo hacia la identidad subjetiva de todo ser humano joven. Esta posición que radica en la postmodernidad parte de la igualdad existencial de los seres humanos y sus conocimientos y abandona la pedagogía y educación con su misión de guiar y formar que se fundamenta en el pensar objetivo.

El adulto tiene entonces, en el trato con niños, una autoconcepción libre de educación. Se distancia de la educación pero no del niño. Quiere sin duda la comunicación con niños, pero sin educación ninguna. Pone pie en la tierra del niño con las muchas facetas de su personalidad, con ideas, propuestas, crítica, explicaciones, estimulaciones, miedos, límites, esperanzas, valentía. Con todo aquello que a él mismo con sus propios motivos subjetivos le resulta importante integrar en la relación con el niño. Viene sin misión de formar, sin astucia y sin misión pedagógica. Viene auténticamente, como persona. No disloca el centro de su concentración en el niño cuando está con niños. Actúa de acuerdo a como es él y toma responsabilidad para la persona que le está confiada en primer lugar: para sí mismo.

El adulto postpedagógico busca su camino hacia el niño desde su yo. El »¿Quién soy yo?« existencial va acompañado por el »¿Quién eres tú?«. Métodos y técnicas, estrategias y métodos didácticos, formación de personalidad y entrenamiento de comunicación, preparación y supervisión, definición de objetivos, motivación, evaluación, análisis ... – todo aquello que en la comunicación pedagógica se realiza con un esfuerzo molesto y fatigoso se vuelve supérfluo. El adulto despierta como de una anestesia, aliviado y liberado. Esto produce que – después de haber llegado hacia si mismo – desarrolle una comprensión específica que solamente existe más allá de la pedagogía y la educación. Con esta empatía postpedagógica tiene la posibilidad de entender realmente al niño y de conectar lo que es importante para el niño y sus necesidades con sus propias ideas, lo que conlleva a una práctica auténtica.